martes, 9 de junio de 2009

Cuento: Hábitat


Tengo muchos personajes habitando en mi cabeza. Hay de todo. De todas razas y condiciones sociales. Están ahí coexistiendo conmigo y muchas veces esa coexistencia no se da de forma adecuada. A veces el estado de cada uno es el silencio, y se puede decir que en esos momentos todo es normal. No se da mayor problema. El tema conflictivo en esos casos es que me toca conversar conmigo mismo y no es que eso me aburra pero si siento que empiezo a volverme loco Justificar a ambos ladosen algunas ocasiones. Digo loco por decirlo de alguna manera. De hecho esto de pensar que más de una persona habita mi mente, o más de una conciencia, alguien además de uno, realmente da para pensar que estoy loco, osea clínicamente. Cómo reaccionaría un siquiatra si le cuento de mis múltiples diálogos con los demás habitantes de mi cerebro. Sería pensar que tengo algún desorden serio, y es que en el más estricto sentido de la palabra si se trata de un desorden. Como digo a veces hay silencio, pero cuando empiezan a despertarse hay un desorden gigante. Cada quien tiene su opinión y todos quieren ser escuchados. El problema se pues cuando habla más de uno a la vez se crea un bullicio, una especie de dolor de cabeza pero no físico, como un ventilador sonando dentro de la cabeza, un tumulto, una turba enardecida que clama por sus derechos. Antes eran menos y era soportable. Hasta civilizada se volvió la rutina. Cada uno tomaba un turno y expesaba lo que quería. Luego los otros refutábamos (no puedo excluirme pues he participado en más de una tertulia). Cuando alguien salía con alguna idea muy buena o una historia que cautivaba era extraño. Era como si quisiera retirarse con la gloria del asombro que sus palabras causaron en los demás. No se volvía a saber de él. Pero al desaparecer el erudito aparecían dos más, ahí la cosa se empezó a volver insostenible. Unos cantaban, otros gritaban, comentaban, tarareaban, silbaban. Empezaron a armas grupos de conversación, como un almorzadero a la una de la tarde, todos conversando y levantando la voz para no perder el hilo de su relato. Los silencios se volvieron más cortos, bastaba con que uno hable para que empiece de nuevo la reacción en cadena hasta que alguien decía algo muy bueno y a veces ya no aparecía nadie en vez de él. Hay que aceptar que en ocasiones también resulta divertido, pero es muy agotador andar con toda esa gente acompañándolo a uno a todo lado, por lo que fue necesario desarrollar un plan. Conspirar en su contra. Empecé a crear grupos a mi antojo y los hacía hablar y hablar, al inicio eso acrecentó la cantidad de bulla pero luego empezó a acelerar el proceso de desaparición, se fueron creando más momentos de silencio. Atónitos quedábamos ante lo dicho, o en su defecto llorábamos o reíamos, pero éramos uno solo en ese momento. Yo hasta pensaba que sí era una invención mía todo esto. Así fui exterminándolos, eliminándolos de a poco. Algunos empezaron a caer en cuenta de lo que sucedía y me decían que era un genocida por hacer lo hacía, y no faltó quien me tachara de suicida. El plan marchaba a la perfección hasta que ¡paf! empecé a extrañarlos, me dio pena no tener un registro de la frase ganadora que los hacía desaparecer. Ahora son mucho menos. El ruido se vuelve casi imperceptible pero aún están. Tengo muchos personajes habitando en mi cabeza, pero ya no tantos como antes. A veces los ignoro, no los escucho para que no desaparezcan. Si has vivido con el ruido de una turba enardecida en la cabeza por algún tiempo, el silencio que era tan tentador puede tomar un aire gélido. El frío de la soledad. El frío de ser uno y no ser nadie más. Por eso mejor cuento esto para dejar constancia de la existencia de los personajes, para no olvidarlos. Hace unos días me entró pánico cuando por poco fui yo quien los dejó perplejos a todos. Me pregunto qué pasaría si hubiera logrado ese coro de silencio que antecede a la desaparición de un habitante. ¿Hubiera desaparecido yo? ¿Entonces qué hubiera pasado? ¿Sin mí podrían vivir? ¿Uno de ellos hubiera tomado el mando del cuerpo que nos acoge? Pero entonces quién me garantiza que yo soy el dueño del cuerpo. ¿No será que soy uno más que apareció luego de la desaparición de otro? Y si es así entonces, ¡Soy solo un habitante más!

El cuerpo se desvanece. Silencio.

Imagen tomada de acá

2 comentarios:

  1. Creo que es el que mas me gusta hasta ahora. Att Rumate

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  2. Me ha gustado que te guste. Qué gusto ! jaja. Qué pleno que sigas leyéndome.

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Gracias por tu comentario