domingo, 29 de marzo de 2009

Ecuador: Jóvenes en la empresa pública

Durante los últimos meses he podido participar en un proyecto en una empresa del Estado acá en mi Ecuador natal. Este proyecto en verdad me ha servido para aprender muchas cosas. He podido observar cómo son las cosas dentro de las empresas públicas. Y sinceramente espero que esta haya sido la peor... que el nivel de desorganización que se vive dentro de ella sea el peor de todas y que no haya otra que trabaje así.

Muy al margen de si el esfuerzo que he realizado va a ayudarlos a mejorar quiero más bien dejar en este post algo que me dejó ingratamente impactado. Lo peor es que no me sorprende.

Como en toda empresa hay gente de todas las edades. Muchos son tan viejos que ya se les debe pedir de favor que se vayan ... que aflojen el puesto... que igual les darán sus buenos beneficios gracias a la "gran" labor que han realizado (lastimosamente las comillas no están de más). Ahora si se les pide que se vayan es para que entren nuevas personas a las filas de esta empresa. Nuevas personas. ¡Jóvenes!

La idea es esa. Que se siga renovando el personal y que la empresa siga mejorando en su accionar. En este caso, nada más lejos de la realidad. Los jóvenes entran directo a aprender las viejas costumbres de empleados vagos y mal acostumbrados. Entran tal vez con todas las ganas de trabajar fuerte y hacer carrera y superarse y se encuentran con un ambiente en el que todos hacen lo menos posible... en el que deben perseguirlos como a niños para que hagan su trabajo... en el que si se logra el nombramiento se tendrá un trabajo muy bien remunerado en el cual no harías casi nada.

Y claro lo más fácil es ser parte del sistema. Entonces todos siguen trabajando al mismo ritmo, siguen haciendo una labor deficiente, lenta, y eso, todo eso, es plata. Gente sin mayor preparación (aparte de la empírica) que maneja presupuestos de millones de dólares. Dinero que el país pierde... y ellos son los primeros en quejarse de que el gobierno tome medidas y les quite los sobredimensionados beneficios que tenían... y a pesar de sus envidiables sueldos (a ratos en verdad si los he envidiado) solo se quejan de la carestía de la vida y acto seguido planean como seguirse barajando de lo que les toca hacer.

Los jóvenes lejos de buscar el cambio entran a adaptarse. Entran a aprender las mañas. Aprenden a salir sin falta a la hora de salida sin importar si acabaron o no sus tareas. Aprenden a camuflar las fallas. A maquillar reportes.

Y todo esto se me vino porque el otro día en la hoja de ingreso que los empleados externos y los pasantes deben firmar vi como un pasante firmaba poniendo que había llegado puntual aunque llevaba casi 30 minutos de retraso... él sabe que no lo controlan... él no iba a ser el GIL que ponga la hora real a la que llegó. Yo no le dije nada. Solo me vio... agachó la mirada. Yo firmé y me di cuenta que mientras no haya un cambio radical de mentalidad la cosa no mejorará porque en verdad muchos no quieren que mejore... quieren cosas mejores que no impliquen esfuerzo ni preparación ni sacrificio... y mientras esa mentalidad siga imperando en las empresas del Estado complicado que las cosas marchen bien.

Yo sé que no es bueno generalizar, y tal vez este caso no sea la excepción, es decir, no todos pueden ser malos. Salados... La mayoría gana.

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