martes, 11 de noviembre de 2008

Cuento: Jornada


Quisiera recordar el momento de nuestro encuentro en la octava duna del desierto, la cara que pusiste al preguntar cómo aguanté subir hasta tu cielo, tu paraíso arenosoy más me gustaría recrear tu semblante cuando te enteraste que yo estaba ahí sólo porque me lo habías pedido como quien pide otra porción de comida o que la sociedad se vuelva más justa. Me gustaría contar cómo después de entrelazar los dedos y fijar las miradas paseamos en círculos alrededor de nuestras desventuras, aventurándonos a morder el polvo en el torbellino y cómo ya sin fuerza para otra derrota nos levantamos mutuamente y nos impulsamos para salir del pozo. Me hubiera gustado que todo el mundo se detenga junto a nosotros en el oasis y que vean las estatuas de barro del bar, mientras nosotros ahogábamos la sed y alimentábamos el espíritu mirándonos las pupilas un poco dilatadas por el trajín cotidiano y el agua consolaba a los paladares que luego compartían su experiencia labio a labio. Me gustaría que nuestras manos no se separen, que las líneas se mezclen y señalen el camino, después de todo resulta imposible continuar el trabajo sin ti. Me hubiera gustado visitar tantos otros lugares en esa jornada, lastimosa e involutariamente volví a la realidad, no había rastros de polvo ni fatiga ni siquiera hubo un ritual majestuoso de despedida simplemente tomamos el camino que nos lleva a cada parte y me dejaste solo con una lágrima escurridiza que me muero de ganas de recrear pero no lo haré ya que me hubiera gustado que no apareciese o que tú existieras para que tu perfecto pulgar la acoja y la absorba, hubieras logrado que las demás no se precipiten, hubieras detenido la salada lluvia que inundó mi rostro.

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