jueves, 13 de noviembre de 2008

Cuento: La Feria de la Felicidad


Llegué a la puerta... vi el rótulo... La Feria de la Felicidad... un paisaje inhóspito es lo que se alcanza a ver... maleza y juegos mecánicos... pongo el pie dentro de esta la feria más triste del mundo .... todo se ve oxidado... no sólamente las máquinas que parecen ser sacadas de un almacén de chatarra... también los dependientes... todos con esa particular forma de estar sentados con la mano en la pena... como estatuas de cera mosqueadas... y a pesar de los miles de moscos que los rondan ellos ni se mosquean ... Ante mi ingreso uno que otro se inmutan .. al parecer a ninguno le importa... ni el sol le quita el tinte lúgubre al terreno ... paseo por cada lugar ... la tierra se aferra a mis zapatos como pidiéndome que la saque de ahí ... a mí no me importa .. no limpio mis zapatos.. Puedo ver aparte de varias ratas flacas que todo anda muy descuidado .... para nadie es un misterio por qué casi nadie visita ese lugar ... es evidente... lo incomprensible es cómo es que esto sigue funcionando ... porqué esta gente no sale corriendo despavorida de ahí ...

El carrusel no tiene niños y muchos de los caballitos están desmembrados ... el juego de tiro al blanco tiene colgados alrededor unos muñecos maltrechos que ya nadie quisiera ganar... un parque de diversiones sin diversiones... a la rueda le faltan algunas cestas... cuando la miro un hombre cubierto de grasa baja de ella... Está lista .... es como una invitación ... me dirijo a la rueda... la mujer sentada en la improvisada boletería compuesta de una caneca como silla y una caja como mesa me entrega el boleto ... pago más de lo solicitado además no tienen vuelto ... al subirme a la rueda todo cruje ... por un momento pienso que este será mi final ... luego pienso que no soy tan afortunado... la rueda gira por unos minutos ... se convierte en un concierto de chirridos... es un vaivén de focos rotos o quemados ... una especie de mareo me ataca ... al subir puedo observar todo este barrio no muy pintoresco y también las luces lejanas de lugares más acogedores de la ciudad... la máquina deja de moverse... mi cesta queda arriba... mientras bajo lentamente veo el cielo, ya está anocheciendo... desciendo... siento un poderoso impulso de escapar ... un miedo ... como si si no saliera de inmediato me fuera a quedar en este lugar para siempre... al pasar la puerta una suerte de alegría me invade... todo el barrio todo se ve más agradable luego de esta breve estadía en este lugar inmundo... irremediablemente sonrío con una sonrisa que pensé que nunca más se iba a dibujar en mi rostro... entonces vuelvo la mirada atrás ... el guardia en la puerta disimula su sonrisa... no debe dejar su papel... entonces entiendo todo.

Imagen tomada de Flickr

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