Conmovido por la inminente llegada del cuarto de siglo pensó que lo mejor que podía hacer sería festejar de una manera poco usual. Acostumbrado como estaba a su tranquila forma de llevar la vida, no pensó en muchos desmanes, ni en realizar actos que inquietaran ya sea a sus padres o a la gente que por mérito o por obligación iba a estar invitada a sus celebraciones. Entonces claro, pensó, qué hago, qué hacer. Obviamente mientras realizaba los planes de lo que él esperaba sería un gran festejo seguía viviendo como no podía ser de otra manera, si esperaba llegar precisamente con vida a ser parte de su propio festejo, realizando múltiples tareas que él poco valoraba y que a veces pensaba que podía hacer mejor, otras tareas sencillamente las conocía muy bien y por ende no le amargaba en lo más mínimo, es decir (ya está aquí entredicho), el realizar sus otras actividades con la certeza de lograr algo mejor lo llenaba de una especie de estrés que siempre había experimentado desde que empezó a diversificar su rango de acción y a tratar de especializar su conocimiento en ramas divergentes y a veces antagónicas. Fue sin duda una complicación el manejar estas dos preocupaciones. Por un lado lo cotidiano que realmente siempre era nuevo, es decir la única constante acá es el cambio, por otro lado los preparativos que como acostumbraba empezaron mucho antes de lo que cualquier otro hubiera previsto. Pero bueno lo cotidiano, osea lo habitual, osea lo cambiante no merece una leve mención en esta crónica pues en realidad se merece toda una historia y dedicarle completa atención cosa que lamentablemente no podemos hacer en este momento. En fin, los preparativos, tema central de este relato, comenzaron meses antes de lo sucedido, se crearon muchos planes, muchas ideas, opciones, conversaciones con gente que sabía de festejos, pensar en sincronización de fechas, imaginar lo que se pondría en la comunicación que se iba a enviar a todos los posibles asistentes. Pensando en la difícil situación económica se contaba con un medido plan, se hacían muchas suposiciones, se pensaba en extremos, en deudas y en financiamiento. Y bueno a fin de cuentas con tanta pensadera como suele pasar, no se hizo nada nuevo, pero sí se planeó un evento el cual se sabía debía tener acogida, concertó entonces a todas las personas que se le ocurrieron, tenía sobrada experiencia en invitar a sus amigos y conocidos y sabía que invitar a 70 personas le aseguraría que 20 estuvieran ahí, esto se da por muchos motivos, tal vez porque no se conoce a la gente como se cree que se la conoce, en otras ocasiones pues simplemente porque uno no es dueño del tiempo de la gente, todos planean distintas cosas y cada quien da su prioridad a distintos eventos, incluso sucesos inesperados como fallecimientos y otros pueden darse que eviten a último minuto la aparición de alguien que se consideraba infallable. Así mismo quien invita a mucha gente debe estar listo para recibir muchas disculpas a veces no tan ingeniosas de personas que tratan de explicar el porqué de su inasistencia muchas que tal vez no se atreven a decir simplemente, no me da la gana de ir!, y en efecto así fue, miles de pretextos, de los reales y los ficticios, varias confirmaciones dudosas y al fin solo los fijos estarían ese día, lo triste es cuando los fijos por así denominarlos deciden renegar de su fijeza y lanzan la disculpa, la diferencia es que en este caso se conoce de antemano que la disculpa es sino completamente verdadera por lo menos en un alto porcentaje, luego de todas las previsiones tomadas, a fin de cuentas en el lugar estuvieron las 20 personas esperadas, como si hubiera sido una predicción de las acertadas, una predicción de aquellas que da ganas de tener cuando uno apuesta o compra un billete de lotería. Estaba ahí, el homenajeado con toda su gente, en medio de un lugar lleno de gente desconocida, y entonces volvió a ocurrir lo que pasa siempre que alguien tiene sus expectativas muy altas con respecto a algo, la desilusión. Después de un auspicioso ingreso al lugar empezaron una serie de conductas que por pequeñas que parezcan arruinar la situación, y entorpecieron el aire festivo. Empezando por el ataque verbal de uno de los dependientes, siguiendo por el consumo de drogas de uno de los asistentes o invitados, seguido por la ineptitud de los meseros, completado por la inexplicable decisión de los porteros que no dejaron ingresar a un grupo de invitados la noche tomó un aire pesado, de esos que se pueden casi tocar, a pesar de que no fue una noche completamente perdida ni completamente fallida (tuvo sus momentos) el pobre homenajeado organizador fue presa de la desilusión, se lamentó y se increpó esta falla, el haber puesto demasiado alto sus expectativas lo que arruinó su capacidad de asombro. Y obvio la ofuscación debe explotar de alguna manera para que no destruya por dentro al que la carga. Es así que nuestro desilusionado organizador homenajeado explotó en contra del menos indicado, el amable personaje que se encarga de despedirse de la gente diciendo que espera que vuelvan pronto, y bueno lo que sí quedó claro por lo menos es que el pobre alterado desilusionado organizador homenajeado no volvería a ese lugar, no todo estuvo perdido. Al siguiente día además del dolor de cabeza producido por el vodka nuestro adolorido menos alterado desilusionado organizador homenajeado fue llevado de improviso a una reunión exactamente igual, pero no era de él, no esperaba nada, y como era de esperarse la pasó de maravilla. Todo hubiera sido perfecto de no haber sido por el regreso del dolor que tenía en el pie, creo que de eso no había hablado, y es que bueno el dolor al que hago referencia tiene una causa y una historia completa con muchos acontecimientos no tan afortunados, que en realidad así como los sucesos cotidianos que en realidad siempre cambian merece una completa reseña que sería bueno sea redactada para no dejar ese gran cabo suelto.
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